Medir
el aprendizaje de los alumnos es una de las tareas más complicadas a las que se
enfrenta un docente. Hay diversos métodos, unos más efectivos que otros, para
medir la adquisición de conocimientos y habilidades de los alumnos.

Las
pruebas y los exámenes se basan en el resultado y no en el proceso. En un
examen, realmente se valora la capacidad memorística y no el aprendizaje
adquirido; un aprendizaje memorístico es un recuerdo a corto plazo, que de
ninguna manera nos será útil para aplicarlo a ninguna situación, pues lo
habremos estudiado de carrerilla únicamente para salvar ese examen.
La
tradición juega un papel importantísimo en la evaluación y medición del
aprendizaje: los docentes elijen el camino fácil y llevan a cabo la tradicional
imposición directa de conocimientos. La clásica “explicación del tema”,
“actividades”, y “preguntas” al día siguiente sobre el mismo tema, sigue siendo
una vía de escape para aquéllos docentes que no se atreven a innovar, y a
probar un método curricular y pedagógico que rompa con los esquemas y
enseñanzas tradicionales. El problema de la enseñanza tradicional y las famosas
“pruebas” es la nefasta concepción que se ha creado de las mismas. Una
asignatura sin exámenes normalmente puede generar desinterés o aburrimiento,
porque los alumnos entienden que no hay que esforzarse para superar tal
materia, pero esto no significa que no haya que currárselo. Al contrario, el
trabajo debe ser continuado y progresivo, porque se da por hecho que somos lo
suficientemente cuerdos y maduros para comprender que si hay una serie de
documentos, exposiciones, o explicaciones en una asignatura, debemos
trabajarlas igual o más que si no existe examen. El tópico de “ya estamos aprobados porque no
hay examen” es una concepción que debe cambiar en el alumnado en general, y
deben entender que para un profesor es mucho más difícil hacer un seguimiento
continuo del alumno, que realizar una prueba final a la clase.

Pues cuando los alumnos realmente aprenden es con la utilización de métodos que los mantengan activos, actividades relacionadas con sus gustos, que les motive a aprender, para asi almacenarlo en la memoria a largo plazo (pues con una metodología activa los niños aprenden de una forma más fácil), además de estar divirtiendose a la vez de aprendiendo.
Como
conclusión, podemos afirmar que la
calificación actual es contraproducente y totalmente equívoca, que debemos
tener la suficiente valentía para innovar en los métodos educativos, y ser
conscientes de que la base del aprendizaje es el proceso y no un resultado.Evaluar no es poner nota, es valorar el trabajo del alumno.